Trabajos eróticos en burdeles medievales: algunas prostitutas sólo aceptaban a buenas cristianas

En la Edad Media, en algunos lugares las prostitutas sólo podían acoger a buenos invitados cristianos para realizar trabajos eróticos

No es sorprendente que la Iglesia también intentara regular los trabajos eróticos y la prostitución en la Edad Media.

Creían que la institución ayudaba al normal funcionamiento de los matrimonios, por lo que en ocasiones apoyaron el trabajo sexual y la creación de burdeles, como eran en aquella época.

La iglesia también tuvo voz en los trabajos eróticos

En la Europa medieval, la Iglesia intentó regular de manera integral todos los aspectos de la vida, incluida la vida privada y matrimonial.

Aunque mucha gente pensaba que la prostitución y las actividades de las prostitutas estaban clasificadas como delitos graves, ¡no era así!

Durante un tiempo, los líderes religiosos lucharon contra la prostitución y el trabajo sexual,

pero luego se dieron cuenta de que esto era inútil.

Hacia el siglo XI se dieron cuenta de que eran impotentes ante el fenómeno del trabajo erótico de adultos y que era necesario gestionar burdeles.

Por eso apoyaron estos burdeles e hicieron regulaciones para el trabajo de las prostitutas.

En la Edad Media la prostitución era considerada un mal necesario

Al menos así era como la iglesia veía las actividades de las trabajadoras sexuales en ese momento.

La sexualidad era una parte importante de la vida medieval, pero al mismo tiempo estaba regulada por reglas estrictas que la gente no siempre seguía.

Las relaciones sexuales prematrimoniales estaban teóricamente prohibidas, pero en la práctica muchas parejas de novios se acostaban entre sí. Si comprobaran que la pareja no era adecuada, podrían retirarse del compromiso.

Oficialmente, según las reglas de la iglesia, a las parejas casadas sólo se les permitía tener relaciones sexuales para tener hijos o evitar la infidelidad.

Al mismo tiempo, resaltaron la importancia del orgasmo de la mujer para quedar embarazada, así como para que el hombre pueda satisfacer sus deseos.

En el siglo XI se llegó a la conclusión de que la prostitución era un mal necesario y esencial para un buen matrimonio y para evitar pecados graves.

Esto se debía a que la prostitución ofrecía a los hombres una oportunidad de tener relaciones sexuales prematrimoniales (aceptadas tanto socialmente como por la iglesia), para satisfacer sus deseos y proteger a las mujeres casadas de la seducción de los hombres solteros.

Por eso, en este período ya no se quería obstaculizar, sino ayudar a la prostitución.

La iglesia apoyó trabajos eróticos y burdeles

Intentaron controlar las actividades de las prostitutas con reglas más estrictas. En varios lugares fueron obligados a salir de los límites de la ciudad y se determinó en qué calles, en qué días y en qué períodos podrían realizar su trabajo de adultos.

Todavía vemos esta actitud hoy en día, ya que las autoridades de Ámsterdam han ofrecido repetidamente a las trabajadoras sexuales la opción de trasladar el barrio rojo a las afueras de la ciudad:



Los burdeles demostraron ser la solución más favorable para la iglesia, por lo que los apoyaron y en ocasiones incluso crearon burdeles.

Las ciudades generalmente compraban y operaban estas instalaciones, y cada una tenía un administrador responsable de las operaciones fluidas, la resolución de problemas y el pago de impuestos.

Los ingresos no sólo procedían del trabajo adulto de las niñas, sino también de la comida y bebida que se vendía aquí.

Había diferentes tipos de burdeles disponibles, por lo que hombres de todos los niveles sociales y económicos podían encontrar uno que se adaptara a sus necesidades.

Algunos burdeles sólo aceptaban buenos huéspedes cristianos y las muchachas debían practicar costumbres religiosas,

mientras que las prostitutas de los burdeles de mayor rango se sometían a exámenes médicos periódicos.

Curiosamente, en la Edad Media algunas casas de baños también podían funcionar como burdeles, donde las mujeres burguesas también podían encontrar pareja.

Sin embargo, la Iglesia se opuso a esta práctica y en el siglo XVI logró cerrarlos en gran medida y suprimir las actividades eróticas consideradas indecentes y pecaminosas.

La situación de las prostitutas y los trabajos eróticos en la Edad Media

Algunas de las mujeres que se dedicaban al trabajo sexual eligieron este trabajo erótico para adultos por voluntad propia, pero muchas fueron llevadas a este estilo de vida por algún factor coercitivo o fueron convencidas por otros.

Algunas niñas sólo trabajaban de forma intermitente cuando no tenían suficiente dinero.

Las chicas de los burdeles solían vivir según un horario estricto, en muchos lugares era obligatorio rezar varias veces al día y realizar ejercicios religiosos.

Aunque su profesión erótica era aceptada en la sociedad, las prostitutas no eran respetadas, más bien eran menospreciadas, consideradas personas de menor valor y estatus, y a menudo eran tratadas con crueldad.

Además, la mayoría de ellas tenían bajos ingresos, ya que tenían que entregar parte de sus ingresos al dueño del burdel.

Por supuesto, hubo excepciones: algunas cortesanas pudieron adquirir una riqueza considerable y vivir de forma independiente, o incluso abrir sus propios burdeles, pero esto era bastante raro.

Los trabajadores sexuales normalmente tenían que llevar algún tipo de marca distintiva, que era diferente de una ciudad a otra y de un país a otro.

Estos carteles incluían una capa negra, un cinturón de color o zapatos de suela alta.

Las chicas solían realizar su trabajo erótico hasta los 30 años, después de lo cual la mayoría se casaba y formaba una familia.

Algunos de ellos fueron acogidos en monasterios, ya que la iglesia desempeñó un papel en sus vidas posteriores.

La prostitución floreció hasta el siglo XVI, pero luego comenzó a declinar, principalmente debido a la propagación de enfermedades venéreas, especialmente la sífilis.

Fuente: Femina.